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«De la arena al cielo: el parapente se toma las playas de Rocha»

En una mañana soleada y tranquila en las playas de La Paloma, Alejandro Arrieta se encontró con Sebastián Sanguinetti, un apasionado del parapente que lleva más de 10 años surcando los cielos.


Entre risas, anécdotas y el ruido suave de las olas, Sebastián compartió su experiencia con este deporte que, como él mismo dice, “te cambia la perspectiva de todo”.
“Llevo 44 años viniendo a La Paloma, es como mi segunda casa”, cuenta Sebastián, quien heredó su amor por Rocha de su padre. “Hace 10 años me animé a probar el parapente, y desde entonces no lo he dejado. Incluso enseñé a varios amigos de acá a volar”.
Para él, el parapente no es solo un deporte, es una forma de conectar con la naturaleza desde un ángulo único. “Las vistas desde arriba son increíbles. Disfrutar de estas playas desde el aire es algo que no tiene comparación. Es una experiencia que recomiendo al 100%”, asegura, con un brillo en los ojos que delata su pasión.
¿Quién puede volar? ¡Prácticamente cualquiera!
Sebastián explicó que este deporte es más accesible de lo que muchos creen:
“Cualquiera puede hacerlo, siempre y cuando pueda soportar el peso del motor, que ronda los 20 o 25 kilos, y correr unos 7 pasos. Eso es todo. Incluso hay carritos que permiten volar sin necesidad de correr, lo que lo hace ideal para personas con movilidad reducida. Literalmente, hasta un discapacitado podría volar”.
El equipo: ¿cuánto cuesta soñar con volar?
El parapente no es un hobby barato, pero según Sebastián, es una inversión que vale la pena. “Un equipo nuevo, que incluye motor y vela, puede costar entre 8.000 y 10.000 dólares. Pero una vez que tienes el equipo, las experiencias que te da son invaluables”.
El viento, el mejor aliado (o enemigo)
El viento es clave para volar en parapente, y Sebastián sabe cómo leerlo como un verdadero maestro. “Cuanto más calmo esté el viento, mejor se disfruta. Ahora mismo, con esta brisa ligera del mar, es el momento ideal. Es un aire limpio, sin turbulencias, que hace que el vuelo sea súper tranquilo”.
Para los más aventureros, Sebastián señala que también existe el vuelo libre, que no utiliza motor y se realiza en montañas o cerros, donde se necesita más viento para despegar.
¿Es solo un hobby?
Aunque Sebastián ha enseñado a otros a volar, asegura que el parapente es algo que hace por puro placer personal. “No lo hago de forma comercial. Para llevar a otras personas necesitas otro tipo de equipo, y el mío es exclusivamente para mí. Es mi manera de desconectarme y disfrutar de la vida desde las alturas”.
Cuando el sol comienza a calentar y las playas empiezan a llenarse, Sebastián ya ha terminado su vuelo y vuelve a tierra firme con una sonrisa que refleja la paz que solo el cielo puede dar. “No hay nada como esto. Si alguna vez tienes la oportunidad, no lo dudes: volar cambia todo”.
Así, desde las playas de Rocha, el parapente suma un capítulo más a las historias que nos regala el verano, invitando a quienes se atrevan a mirar el mundo desde otra perspectiva.

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